Un huevo
Llamaron a mi puerta, así, con cierta suavidad. Más tarde, con un golpe certero, me abrieron en dos mitades casi iguales, dejando libre todo lo que mi interior albergaba. Al lado, me estaban esperando con murmullos humeantes, y me soltaron sin pedirme permiso, tan siquiera. Y aquí estoy en plena transformación de huevo, a huevo frito.